Hace una semana unos empleados de un ministerio nacional tuvieron que ir a Rivadavia Banda Sur a resolver un problemita de imagen del ministerio: ya que de la salud no se ocupa, seguimos con la descentralización menemista, de eso se ocupa cada gobierno provincial con su presupuesto.
Luego de cruzar un puente colgante de un hilo con una camioneta llegaron. Allí el escenario de la desidia estatal se les presentó irremediablemente frente a sus ojos de profesionales capitalinos.
Una nena de 10 años al borde de la muerte por desnutrición sólo pesando 7 kgs y su madre esperando el desenlace.
Estos dos empleados públicos, sobrecapacitados para su función y pauperizados por su salario, al ver semejante escenario deciden dejar el problemita de imagen para otro momento y llevar a madre e hija al hospital de Tartagal, con la camioneta, ya que en ese paraje inhóspito no hay ambulancias, obviamente.
Al llegar, los recibo un Don, que les dice: “ah sí ahora la ponemos en una cama y nos ocupamos, ustedes vengan que en la cocina tenemos comida, hará mucho tiempo que no comen”. En un primer momento los dos empleados, aceptan la invitación, llegan a la cocina, ven un riquísimo pollo al horno con papas, pero claro la alegría duró sólo un momento, cuando se preguntaron y preguntaron: perdón ¿a la nena y a la madre les van a dar de comer y le colocarán suero? Ah, no les responden, este pollo quedó, ahora hay que esperar hasta el relevo porque no tenemos nada. Lógicamente el pollo fue para la madre y estos dos, desencajados por lo que escuchaban, salieron a comprar con dinero de su paupérrimo salario estatal, comida, agua, otras cosas necesarias en una internación y suero, que tuvieron que obligar a colocar a la nena, ante la mirada imbécil de una funcionaria del gobierno provincial.
Escuchando mientras tanto a una enfermera que con desparpajo les decía que la culpa era de la madre porque la bolsa que le dan (sólo dan bolsas de comida a niños en estado de severa desnutrición en la provincia de Salta) por la nena la reparte entre todos sus hijos.
No sé cómo terminó la historia cuasi de una película de terror en Salta, lo único que sé es que las oportunidades que tenemos entre twitter, facebook, iphones, ipads, gadgets, y esta niña salteña es abrumadora. Ella ni siquiera puede tener la oportunidad de vivir y si lo lograra el daño cerebral sería tan severo… que el discurso de los derechos humanos vuelve a transformarse en un buen ejemplo de hipocresía de este sistema y como decía Foucault hoy la política neoliberal es hacer vivir y dejar morir.
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